Esta Semana Santa nos fuimos a Zaragoza a ver a la familia y amigos. Evidentemente, lo que tocaba era ir de procesiones, y entre procesión y procesión irse al bar a tomarse unas cañitas.
Todo esto os lo cuento porque, en uno de esos bares de entre procesión y procesión, unos amigos nos enseñaron un juego de cartas que nos encantó.
Se trata de poner una botella o vaso en medio de la mesa, se reparten todas las cartas y por turno vas poniendo cada carta en equilibrio encima de la boca de la botella o del vaso. Las puedes poner como quieras, la única regla es que dos puntas de la carta tienen que quedar siempre fuera de la estructura.
Por turno, cada jugador va poniendo su carta y si al ponerla se desmonta todo o parte de la estructura, todas las cartas que se han caído son para él. Gana aquel que se quede sin cartas.
Es un juego sencillo pero te acabas riendo mucho, sobre todo cuando algunos de tus amigos son un poco malo y ponen sus cartas de forma que desestabilizan la estructura para que cuando el siguiente pone su carta se le caigan. Cuanto más malos seáis, mas divertido es el juego.
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