Pues bien las mandarinas en cuestión estaban buenas de sabor pero tremendamente duras. Tras una semana sin apenas tocarlas, el nene tomó cartas en el asunto. Se propuso hacer algo de valor con ellas. Si algo hemos aprendido de nuestras madres y también de nuestras abuelas es que aquí no se tira nada (lo intentamos).
A eso de las 8.15 de la mañana, en lo mejor de mis sueños empiezo a escuchar la batidora. ¡¡¿A quién narices se le ocurre hacer esto un domingo por la mañana?!! Pues bien, no era el vecino de abajo, tampoco era el de arriba. ¡No! Era el nene que estaba haciendo una magnífica mermelada casera.
La receta
Se toman 6 ó 7 mandarinas de tamaño medio y se pelan, dejando por un lado la cáscara y por otro lado el centro de la fruta, que se bate hasta que no queden grumos. Encontraréis gente que prefiere quitar los hollejos que quedan entre los gajos y otros que por el contrario ponen las mandarinas enteras. El nene optó por el camino del medio y estaba buenísimo.
Una vez batido, ponemos la salsa en una cacerola con un poco de agua (un tercio de vaso) hasta que rompa a hervir. En ese momento empezamos a añadir poco a poco el azúcar. La ración aproximada es de 60 gramos de azúcar por cada 100gr de fruta.
Cuando echemos el azúcar es conveniente ir dándo vueltas cada pocos minutos para que la mezcla sea del todo homogénea.
El truco del almendruco
Por otro lado, coger las cáscaras de 2 mandarinas, lavarlas y rasgar ligeramente la parte más externa en trozos muy muy pequeños. Es importante que únicamente sea la parte externa porque si cogemos parte blanca amargará ligeramente. Acto seguido hervirlas con medio dedo de agua y 30-50 gramos de azúcar hasta que se convierta líquida.
Esta parte es el truco del almendruco que dará la diferencia entre una mermelada buena y una espectacular, con un gusto mucho más genuino.
Finalizando
Para finalizar, debe mezclarse las cáscara con el resto de salsa y continuar removiendo hasta que adquiera la textura de mermelada. Se trata de una receta superfácil pero en la que debéis tener mucha paciencia y es que la ¡¡paciencia es una gran virtud en la cocina!!
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